Redacción. Madrid
Un estudio coordinado desde el Grupo de Investigación Neurovascular del Vall d'Hebron Instituto de Investigación (VHIR) intenta determinar, por primera vez, cuál es la frecuencia en que existen los ictus silentes, es decir, los que pasan desapercibidos y sin manifestaciones clínicas, en la población mediterránea. Cuando un paciente tiene un ictus, aumenta mucho el riesgo de sufrir un segundo accidente cerebrovascular y es en este momento en que empieza a tomar medicación para intentar evitar que esto suceda. Conocer en qué orden de magnitud hay ictus que no se detectan, determinar cuál es la población de riesgo de padecerlo y cómo poder detectarlo implicaría poder incidir directamente sobre la prevención del segundo ictus y seguro, en muchos casos, incluso poder evitarlo.
Grupo de Investigación Neurovascular del Vall d'Hebron Instituto de Investigación (VHIR).
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Uno de los problemas más graves de los neurólogos es la previsión y la recurrencia del ictus. Se estima que, tras un primer episodio de ictus, entre un 6 y un 12 por ciento de los pacientes presentan un segundo ictus en el primer año y hasta el 30 por ciento, durante los siguientes cinco años. Se focalizan muchos esfuerzos en la prevención de este segundo ictus. Pero, ¿qué pasa cuando se sufre un ictus y no se es consciente de ello? Si no se sabe que ha sufrido un ictus, no se puede hacer ningún tratamiento ni tomar ninguna medida preventiva y, entonces, se multiplica por tres la posibilidad de sufrir un segundo ictus, probablemente con manifestaciones de gravedad, y se multiplica por cinco la posibilidad de sufrir algún tipo de demencia.
Cuando un paciente ingresa en un hospital afectado por un ictus, en un elevado porcentaje de las pruebas de imagen que se le realizan, aparecen lesiones antiguas compatibles con ictus previos. A veces los pacientes no refieren haber sufrido. Este hecho, que no es anecdótico, ha puesto sobre aviso a los especialistas. En primer lugar los alerta de que estos ictus silentes suceden y lo hacen con frecuencia y, en segundo lugar, de la pérdida de oportunidad que estos pacientes tienen de poder hacer un tratamiento adecuado y que posiblemente les hubiera evitado esta grave patología.
Este estudio observacional, que investigadores del VHIR y neurólogos de este mismo hospital y centros de atención primaria de su zona de referencia lideran sobre los infartos cerebrales silentes en población española, analizará a lo largo del tiempo y de forma prospectiva la relación entre la aparición de infartos silentes y otros factores clínicos, radiológicos, biológicos y hemodinámicos. Este proyecto, que ya ha superado su ecuador, está basado en la experiencia de los especialistas que tratan los ictus. Los datos de países como Estados Unidos, Japón y Holanda sitúan estas cifras cercanas al 10 por ciento en la población de 65 años, 15 por ciento a los 70, 20 por ciento a los 75 y, a partir de los 80 años, más de una de cada tres personas sufren ictus silentes. Estos datos pertenecen a la población sana, pero si la población sufre factores de riesgo vascular, como hipertensión o diabetes, las cifras se incrementan.
“La idea es ir un poco más allá de los factores de riesgo conocidos hasta ahora y poder identificar subgrupos de población con los riesgos más altos y, en base a los resultados, tal vez poder emitir algún tipo de recomendación que pudiera cambiar la tendencia actual”, ha explicado Pilar Delgado, investigadora principal de este proyecto.
El estudio se realiza en un grupo de 1.000 pacientes, con hipertensión arterial esencial y edades comprendidas entre 50 y 70 años, atendidos por los equipos de Atención Primaria de la zona de referencia del Hospital Universitario Vall d'Hebron. De entre estos pacientes sin manifestaciones clínicas, de los que ya se han analizado 600, se espera poder determinar el porcentaje que presentan lesiones en la resonancia magnética compatibles con ictus anteriores asintomáticos.
“Si se confiman, en la cuenca mediterránea, los datos que tenemos de otros países, los resultados podrían aportar la suficiente evidencia científica como para justificar acciones casi de cribado entre los pacientes que presentaran determinadas características o factores de riesgo”, ha detallado Joan Montaner, jefe del grupo de investigación Neurovascular del VHIR, desde donde se coordina este proyecto. “Todo ello, debe permitir uno de los grandes retos actuales: poder prevenir los ictus que sí dan sintomatología y determinar la población diana de posibles estrategias para la prevención primaria del ictus. En definitiva, evitar que los pacientes sufran ictus, ni silente ni manifiesto”, ha añadido.
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