Sandra Melgarejo / Imagen: Adrián Conde. Madrid
La Sociedad Española de Neurología (SEN), la Sociedad Española del Sueño (SES) y la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) han unido sus fuerzas durante el Día Mundial del Sueño, el 16 de marzo, para alertar sobre la relación que existe entre apnea del sueño y enfermedad cerebrovascular. Según los datos del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la SEN, aproximadamente el 30 por ciento de la población sufre algún tipo de patología del sueño y, de ellos, un cuatro por ciento lo padece de forma crónica. La apnea del sueño es la patología más común entre las personas que experimentan somnolencia diurna excesiva y afecta a entre el dos y el cuatro por ciento de la población.
Diego García-Borreguero, presidente de la SES, ha comentado que “de lo que ocurra en la respiración durante el sueño, va a depender cómo vivamos durante el día y, en buena medida, nuestra esperanza de vida. Nos jugamos mucho durante ese tercio de la vida que es el sueño”. “La apnea del sueño es un factor de riesgo cardiovascular y cerebrovascular. Pero es prevenible, fácilmente detectable y manejable”, ha detallado. Sin embargo, los afectados no suelen ser conscientes de que padecen este trastorno y la SEN calcula que hasta un 90 por ciento de los pacientes con apnea del sueño no están diagnosticados.
Montserrat Pujol, vocal del Grupo de Estudio de la Vigilia y Sueño de la SEN y miembro de la SES, ha indicado que “el 63 por ciento de los pacientes con problemas cerebrovasculares tiene más de 10 apneas por hora y el 43 por ciento puede llegar a tener más de 30 por hora. Aunque el cuadro sea moderado, las apneas causan pequeñas lesiones vasculares en el cerebro que pasan desapercibidas, pero que están ahí”. “Los accidentes cerebrovasculares son la segunda causa de mortalidad y de demencia en nuestro país y la primera de discapacidad en el adulto. Puesto que la relación entre apnea y los accidentes cerebrovasculares está claramente ligada, identificar y tratar adecuadamente a estos pacientes es algo primordial”, ha recordado Pujol.
El tratamiento con CPAP es el más habitual para pacientes con apnea moderada y severa, y disminuye el riesgo de sufrir un ictus y el riesgo de muerte por esta causa. De hecho, Pujol ha señalado que el tratamiento con CPAP en pacientes que ya han sufrido un ictus “reduce el riesgo de tener otro infarto cerebral hasta el seis por ciento, mientras que, si no se trata con CPAP, el riesgo de volver a tener otro infarto es del 36 por ciento”.
En la misma línea, Araceli Abad, miembro de Separ y de la SES, ha afirmado que el tratamiento con CPAP es “muy coste-efectivo, consume hasta tres veces menos recursos sanitarios y reduce las cifras de tensión arterial, riesgo de ictus y otros eventos cardiovasculares mayores”. No obstante, ha reconocido que “es poco frecuente que los facultativos se preocupen por cómo dormimos. Queda mucho camino por recorrer para encontrar herramientas fiables para poder diagnosticar a un mayor número de personas”.
Obesidad infantil, un factor de riesgo para la apnea del sueño
Por otro lado, Mª Luz Alonso, del Grupo de Sueño Pediátrico de la SES y miembro de Separ, ha comentado que “los niños que duermen poco pueden tener un mayor riesgo de sobrepeso que puede originarles una apnea del sueño, y este círculo de mecanismos patogénicos puede conllevar importantes consecuencias”. Según una investigación sobre Obesidad y síndrome de apnea-hipopnea del sueño infantil, realizada por el pediatra David Gozal y publicada en Pediatric Pulmonology, se estima que entre el dos y el tres por ciento del total de la población infantil sufre síndrome de apnea-hipopnea del sueño, con un pico de prevalencia comprendido entre los dos y ocho años de edad, estableciéndose así como una de las enfermedades más frecuentes en la infancia. A pesar de tales evidencias, esta enfermedad aún sigue siendo infradiagnosticada y menos del 30 por ciento de los profesionales médicos realizan detecciones rutinarias de los ronquidos en los niños en edad escolar y adolescentes.
La presencia simultánea de obesidad y otras enfermedades generadas por el aumento de grasa corporal representan un riesgo latente de acentuar el síndrome de apnea-hipopnea del sueño. Ambas enfermedades comienzan a desarrollarse en una etapa muy temprana de la vida, la infancia, aunque el verdadero impacto de las enfermedades inflamatorias se hace patente a largo plazo, durante la edad adulta.
Tales hallazgos clínicos deberían alertar al personal sanitario que el reconocimiento y el tratamiento de la obesidad y el síndrome de apnea-hipopnea del sueño es de suma importancia y urgencia en niños, de la misma forma que es necesario la búsqueda activa de apnea del sueño en la población infantil obesa, ya que más de un 40 por ciento de los niños obesos sufren trastornos respiratorios del sueño y la prevalencia de ronquido en la población general infantil obesa se sitúa por encima del 50 por ciento, según datos extraídos del estudio Nanos, un estudio cooperativo realizado por investigadores españoles.
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