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Lunes, 20 de febrero de 2012   |  Número 48
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EN PRIMERA PERSONA
DAVID EZPELETA, VOCAL DEL GRUPO DE ESTUDIO DE CEFALEAS DE LA SEN
“La preocupación sobre la salud sexual por parte del neurólogo es baja”
Los problemas relacionados con la función sexual en las enfermedades neurológicas se pueden diagnosticar correctamente porque suelen estar relacionados con la medicación o la comorbilidad y tienen un tratamiento eficaz

Sandra Melgarejo. Madrid
El 14 de febrero se ha celebrado el Día Europeo de la Salud Sexual, un ámbito importante en la vida de las personas al que no se presta la atención necesaria. Según David Ezpeleta, neurólogo del Hospital Universitario Quirón Madrid y vocal del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN), “hay algunas enfermedades en las que posiblemente la atención sea mayor, por ejemplo en párkinson, ataxias, esclerosis múltiple o epilepsia, pero en la enfermedad neurológica más frecuente, las cefaleas, la preocupación sobre la salud sexual por parte del neurólogo es baja”.

David Ezpeleta.

Los pacientes “rara vez” sacan a relucir sus problemas de índole sexual en la consulta, por lo que Ezpeleta anima a los neurólogos a que “incluyan en su práctica clínica habitual preguntar sobre la función sexual, porque muchas veces son los medicamentos o los procesos comórbidos a las enfermedades que les competen, como la depresión, lo que produce la disfunción sexual”. Por otro lado, señala que “es importante que los pacientes sean conscientes de estos problemas porque, una vez detectados, se pueden diagnosticar correctamente. Como afortunadamente tienen tratamiento eficaz y con frecuencia resolutivo, la salud sexual de los pacientes con migraña y otras cefaleas puede mejorar considerablemente”.

El neurólogo afirma que “una mala salud sexual afecta anímicamente y este mal estado de ánimo reactivo puede repercutir negativamente en algunas enfermedades”. En este sentido, la migraña es paradigmática: “a peor estado de ánimo, más migraña, y viceversa. Si, además, hay un tercer factor relacionado con una vida sexual insatisfactoria, se crea un círculo vicioso del que es difícil salir. Y si, encima, el paciente sufre una depresión comórbida por tener una migraña crónica, va a necesitar mucha medicación antimigrañosa y antidepresiva, que afecta a la salud sexual, de manera que se potencia el círculo vicioso”.

Ezpeleta detalla que “muchos fármacos comunes que se utilizan en Neurología pueden afectar negativamente a la salud sexual, sobre todo los neuromoduladores antiepilépticos, los antidepresivos y los betabloqueantes y otros antimigrañosos”. De acuerdo con un trabajo de la SEN coordinó hace unos años, al menos un 20 por ciento de los pacientes en tratamiento contra la migraña u otras cefaleas refería una clara disminución del deseo sexual y hasta un 45 por ciento de los mismos aseguraba haber padecido algún trastorno sexual relacionado con la medicación en alguna ocasión. “Si no se pregunta a los pacientes el problema se va a enquistar, pero si se detecta es muy fácil solucionarlo cambiando el fármaco o reduciendo la dosis”, asegura.

Es raro que la actividad sexual desencadene dolor de cabeza

En raras ocasiones, la actividad sexual por sí misma puede desencadenar dolor de cabeza sin que exista ninguna causa aparente que lo justifique. Según datos manejados por la SEN, este fenómeno puede ocurrir en algún momento de la vida hasta en un uno por ciento de la población, pero su aparición habitual, es decir, durante la mayoría de las relaciones sexuales, es muy poco frecuente, pues apenas supone el uno por ciento de los pacientes atendidos en las consultas neurológicas especializadas en cefaleas. Estas cefaleas primarias relacionadas con la actividad sexual afectan en el 80 por ciento de los casos a hombres. En un 75 por ciento de las ocasiones se trata de cefaleas orgásmicas, caracterizadas por ser dolores de cabeza muy intensos y repentinos que ocurren justo durante el orgasmo, mientras que un 25 por ciento corresponden a cefaleas preorgásmicas, identificables por un dolor sordo en la cabeza y el cuello asociado a contracción de los músculos del cuello o la mandíbula, que se desarrolla gradualmente durante la actividad sexual y aumenta con la excitación.

“La duración media de estos tipos de cefalea puede variar desde solo un minuto hasta tres horas, aunque puede quedar cierto dolor residual leve durante varias horas más. Ambos tipos de cefaleas pueden ir acompañados de otras manifestaciones como náuseas (25 por ciento), mareo (15 por ciento) u otros síntomas como taquicardia, calor o rubor facial. En la mayoría de casos es un problema transitorio que acaba por desaparecer con el tiempo”, explica Francisco José Molina Martínez, otro de los vocales del Grupo de Estudio de Cefaleas de la SEN.

12 áreas del cerebro están involucradas en el amor

El 14 de febrero es más recordado por ser San Valentín y la SEN ha aprovechado esta fecha para destacar la implicación de los procesos neuronales que se producen en el cerebro cuando alguien se enamora. Los avances que se han producido en las técnicas de neuroimagen han permitido determinar gran parte de los circuitos cerebrales, las estructuras neuronales y los neurotrasmisores relacionados con este sentimiento. En la última década, se ha publicado un importante número de estudios que han puesto al descubierto el papel que juegan varias partes de nuestro cerebro (el hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens, el área tegmental frontal, etc.) en el amor. Estas investigaciones también apuntan a que tanto el amor como la fidelidad poseen una clara base neurológica, donde neurotransmisores como la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la oxitocina, vasopresina, etc., son elementos fundamentales para comprender por qué nos enamoramos.

“Algunos de los trabajos más recientes han sido realizados por Stephanie Ortigue, quien estimó que hasta 12 áreas de cerebro humano están involucradas en el sentimiento del amor”, explica Jesús Porta-Etessam, director del Área de Cultura de la SEN. Stephanie Ortigue fue incluso un poco más allá al considerar que solo tardamos medio segundo en enamorarnos, puesto que es el tiempo que tarda nuestro cerebro en liberar las moléculas neurotrasmisoras que generan las distintas respuestas emocionales, o que el sentimiento amoroso provoca alteraciones neuronales en áreas del cerebro relacionadas con la percepción, lo que puede explicar el hecho de que las personas enamoradas encuentren a su pareja mucho más especial que el resto.

Gracias también a la utilización de técnicas de neuroimagen, Helen Fisher determinó que la actividad neuronal es distinta según se trate de amor, apego a la pareja o deseo sexual, por lo que nuestro cerebro no se activa de igual manera en las relaciones duraderas que en las etapas iniciales de enamoramiento. Y, también, que el cerebro de los hombres y el de las mujeres experimentan el amor de forma distinta. “Mientras que los hombres, cuando se enamoran, parecen tener una mayor actividad en la región cerebral asociada a los estímulos visuales, en las mujeres se activan más las áreas asociadas a la memoria”, señala Porta-Etessam.

Pero, probablemente, Semir Zeki sea el pionero en el estudio neurológico del amor. “Una de sus múltiples investigaciones al respecto, muestra que tanto el amor como el odio estimulan algunas de las mismas regiones cerebrales. Pero mientras el amor parece inhibir parte de las zonas donde se procesan las ideas racionales, el odio las hiperactiva”, comenta Porta-Etessam.

“Las técnicas de neuroimagen han permitido acercarse al conocimiento de muchas de las conductas que caracterizan a los seres vivos. Estas investigaciones y otras muchas, han sido posibles gracias al estudio de la actividad de las distintas zonas cerebrales, lo que ha permitido comprobar que el funcionamiento de la mente no sólo se limita a los procesos cognitivos. Además, gracias a la neuroimagen, se ha podido avanzar en el estudio de los múltiples problemas generados por las patologías neurológicas como ictus, demencias o parkisionismos”, concluye el director del Área de Cultura de la SEN.
 

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