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Lunes, 21 de marzo de 2011   |  Número 27
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actualidad
XX REUNIÓN ANUAL DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DEL SUEÑO
Los trastornos del sueño pueden derivar en pérdida de memoria
Aproximadamente un tercio de la población pediátrica tiene algún problema cuando duerme

Redacción. Madrid
Alrededor de un 20 por ciento de la población española padece algún tipo de trastorno del sueño. Sus orígenes son diversos, pero pueden llegar a tener consecuencias importantes sobre las capacidades cognitivas, sobre el sistema metabólico o sobre el riesgo cardiovascular. Con el objetivo de poner en común las últimas novedades de diagnóstico y tratamiento en este campo, la Sociedad Española del Sueño ha reunido en Sevilla a más de 400 especialistas nacionales e internacionales con motivo de su XX Reunión Anual.

“Los pacientes con privación de sueño como resultado de un trastorno del sueño, como el insomnio primario, pueden tener problemas para consolidar las nuevas memorias, aquellas que crea el cerebro la primera vez que se expone a un evento”. Así lo ha destacado el experto en sueño José María Gaztelu durante un simposio sobre sueño y memoria.

Las alteraciones del ritmo vigilia-sueñotambién provocan déficit de memoria.

Diversos estudios que simulan una restricción crónica del sueño han puesto de manifiesto que, además de la memoria, otras capacidades cognitivas pueden verse igualmente afectadas, “sin que el individuo sea consciente en ningún momento de ese deterioro”, apunta Gaztelu. Por otra parte, “se ha demostrado por medio de técnicas de neuroimagen que la privación crónica de sueño conlleva lapsos cognitivos cada vez más frecuentes y duraderos”.

Los expertos han podido averiguar que tras un periodo de sueño se producen cambios cuantitativos y cualitativos en las memorias recién adquiridas, “es lo que conocemos como proceso de consolidación. Pero también sabemos que si privamos de sueño a una persona, estos cambios o bien no se producen o bien disminuyen considerablemente en magnitud, y lo que es más importante aún, este efecto perdura en el tiempo”, indica la especialista en sueño Mercedes Atienza.

A la hora de analizar al detalle el papel específico que juega el sueño en la memoria, los somnólogos reconocen que “la teoría que ha recibido más apoyo propone que los procesos que tienen lugar durante el sueño, sobre todo los que afectan a la red neural implicada en la formación de la nueva memoria, son responsables de reactivar en determinadas regiones del cerebro la información adquirida durante la vigilia, para luego transferirla a la corteza cerebral”, concreta Gaztelu.

La reiteración de estos procesos que ocurren durante la noche, y en las noches siguientes, conduciría a una independencia de las regiones inicialmente implicadas en la adquisición de la memoria, al tiempo que favorecería su integración con otras memorias. En palabras de los especialistas: “se piensa que estos procesos que tienen lugar sobre todo en la primera mitad de la noche, dominada por el sueño de ondas lentas, prepararían el substrato adecuado para que luego, durante la segunda mitad (en la fase de sueño REM) se desarrollen los procesos locales que conducen a la estabilización y fortalecimiento de las conexiones sinápticas que subyacen a los nuevos trazados de memoria”.

Riesgo de desarrollar alzheimer

Las alteraciones del ritmo vigilia-sueño, típicas en las personas en edad avanzada, también provocan déficit de memoria. “De hecho, se piensa que las pérdidas de memoria asociadas a la depresión y a enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad podrían deberse a una alteración del ritmo circadiano”, detalla el especialista en sueño José Luis Cantero.

En la actualidad, en su laboratorio se están llevando a cabo estudios encaminados a determinar los cambios que se producen en los patrones de sueño de personas que tienen un alto riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Sus resultados preliminares sugieren que durante las fases previas al desencadenamiento de la enfermedad, denominadas deterioro cognitivo leve de tipo amnésico, estas personas presentan una disminución significativa del sueño REM, acompañada de una mayor presencia de despertares durante el sueño de ondas lentas.

Otros estudios recientes apuntan a que las lesiones neuropatológicas que caracterizan a la enfermedad de Alzheimer podrían estar desarrollándose décadas antes de que se manifiesten los primeros signos. Investigaciones realizadas revelan que las personas con alto riesgo de padecer alzheimer presentan una atrofia selectiva del núcleo basal de Meynert que correlaciona positivamente con una pérdida de la función cognitiva. “Y son estos mismos pacientes con deterioro cognitivo leve los que presentan una disminución significativa del sueño REM”, explica Cantero.

Pero, tal vez, las afectaciones cognitivas más importantes que se producen como consecuencia de un trastorno del sueño se den en los casos que cursan durante la infancia: “La falta de su tratamiento adecuado puede tener consecuencias fatales, tanto sobre el aprendizaje y la memoria, como sobre el desarrollo y la maduración del cerebro, pudiendo conllevar daños cognitivos irreversibles”, ultima Gaztelu.
 

La falta de sueño produce alteraciones en el
rendimiento cognitivo de los pequeños.

Aunque existen medidas específicas encaminadas a restablecer la pérdida de los ritmos de actividad-reposo, implantar una higiene del sueño, como acostarse siempre a la misma hora o reducir la actividad física a medida que se acerca la noche fomentando la relajación, puede ayudar a prevenir la aparición o agravamiento de un trastorno del sueño.

Trastornos del sueño en la población pediátrica

Otro de los temas que se han tratado han sido los trastornos del sueño en la población pediátrica. “Ante la existencia de ciertos síntomas, como ronquidos y apneas durante el sueño debe iniciarse un tratamiento precoz, ya que sus consecuencias afectan tanto al sistema cardiovascular como al metabólico, además de influir sobre el comportamiento y el rendimiento cognitivo de los más pequeños”, comenta la neurofisióloga Milagros Merino. Una recomendación especialmente importante si se tiene en cuenta que, en España, aproximadamente un tercio de la población pediátrica tiene algún trastorno del sueño.

En concreto, los somnólogos advierten de que si no se trata de forma eficaz a los niños o adolescentes que duermen mal por presentar ronquidos o apneas de sueño existe un aumento del riesgo cardiovascular, ya que cada apnea finaliza con un ronquido, una reducción de la saturación del oxígeno en la sangre y taquicardia; por la aparición de consecuencias metabólicas, puesto que la falta de sueño favorece la aparición de obesidad, diabetes mellitus y un crecimiento más lento de lo normal; y alteraciones en el comportamiento y rendimiento cognitivo de los pequeños: habitualmente los niños que duermen mal se vuelven muy inquietos, irritables y no prestan atención.

A la hora de evaluar la relación entre el déficit de atención e hiperactividad (TDAH), una enfermedad que afecta al 10 por ciento de la población infantil, y los trastornos del sueño, Merino reconoce que se trata de una relación bidireccional. “Cuando un niño duerme mal, durante el día suele estar irritable, hiperactivo y no atiende en clase. Por otra parte, los niños diagnosticados de TDAH duermen peor que los demás, presentan mayor frecuencia de apneas durante el sueño, movimientos periódicos en las piernas, síndrome de piernas inquietas, trastornos circadianos (ciclos de 24 horas) de la fase del sueño y, en algunos casos, parasomnias como sonambulismo, pesadillas o terrores nocturnos”, explica la especialista.

Los especialistas también han abordado los trastornos de movimiento durante el sueño como uno de los problemas que más pueden condicionar la calidad de vida de niños y adolecentes. “Estos trastornos afectan en la medida en que provoquen interrupciones frecuentes del sueño. Los despertares, o microdespertares, secundarios a los movimientos periódicos en las piernas, los movimientos rítmicos relacionados con el sueño o el bruxismo acaban desencadenando una excesiva somnolencia diurna, fatiga y déficit de atención provocados por la excesiva fragmentación del sueño y, consecuentemente, por la privación crónica del sueño”, concreta Merino.

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